La escucha activa nos facilita alcanzar el éxito en todas nuestras comunicaciones y relaciones, tanto en el ámbito profesional, como en el ámbito personal. Escuchando creamos un clima positivo para el entendimiento, captamos el sentido exacto del mensaje, demostramos interés a nuestro interlocutor y nos ganamos su confianza.
Durante la escucha debemos superar un gran reto ya que pensamos más rápido que hablamos. Todos pensamos entre 350 y 700 palabras por minuto. Por otra parte, cuando hablamos sólo somos capaces de pronunciar entre 130 y 150 palabras por minuto. En consecuencia, cuando estamos escuchando, recibimos entre 130 y 150 palabras por minuto que nos transmite nuestro interlocutor frente a las 350 y 700 palabras que podemos llegar a pensar. Procesamos mentalmente mucha más información que aquella información que llegamos a escuchar. Por ello, pensamos más rápido que escuchamos.
Pensar más rápido que escuchar puede provocar distracciones, pérdida de atención y hasta desconexiones de la conversación. Podemos comenzar a pensar en otras cuestiones no relacionadas con el discurso de nuestro interlocutor. Emociones y sentimientos independientes del mensaje que escuchamos pueden invadir nuestra mente.
Para superar este gran reto, debemos realizar un esfuerzo mental superior e incrementar nuestra capacidad de prestar atención. Ocuparemos nuestra capacidad ociosa de pensamiento concentrándonos en el mensaje, en las ideas principales del discurso, en el lenguaje corporal y en el tono de la voz. De esta forma evitaremos las distracciones.